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Hay días en que Marianne Wilson mira fuera de su casa en Rose Park y encuentra una vista borrosa de las montañas. En cierto modo, dijo, el mal aire es un barómetro que utiliza para determinar cómo transcurrirá su día.
Wilson ha vivido en el vecindario del lado oeste durante más de 17 años. Pero no fue hasta 2010, cuando perdió un embarazo, que se enfrentó a la gravedad del problema de contaminación de la zona.
La pérdida de embarazo se registró en una base de datos del estado, “y luego la Universidad de Utah me contactó”, dijo, “porque estaban haciendo algún tipo de estudio para ver si la calidad del aire contribuía a la pérdida de embarazos en el área debido al lugar donde vivo.” (El estudio de la U. de U., publicado en 2018, encuestó a más de 1300 mujeres y encontró un riesgo de 16% mayor de aborto espontáneo “después de una exposición breve a una contaminación atmosférica elevada”).
Wilson es una de las docenas de personas del lado oeste que The Salt Lake Tribune y KUER han entrevistado durante el año pasado para escuchar, en sus propias voces, cómo es vivir en un lugar donde la contaminación del aire puede alcanzar niveles peligrosos, incluso mortales.
Expertos señalan varias razones por las que la calidad del aire es peor en el lado oeste del condado de Salt Lake que en otros lugares: las carreteras interestatales que atraviesan el área; las industrias y líneas ferroviarias; los motores a reacción acelerando en el Aeropuerto Internacional de Salt Lake City; y la concentración de almacenes y de los vehículos diésel pesados que operan dentro y alrededor de ellos.
Y, como ha demostrado un estudio de la Universidad de Utah, muchas de esas razones estuvieron influenciadas por un problema más amplio: Redlining (línea roja), la ubicación sistemática de poblaciones minoritarias en el lado oeste, alrededor de esas fuentes contaminantes, durante más de un siglo. La práctica se declaró ilegal en 1968, pero las secuelas persisten en una parte de Utah mayoritariamente blanca donde las minorías a menudo constituyen la mayoría.
Para los habitantes del oeste, como Wilson, los efectos del mal aire pueden ser enormes.
Desde que la Universidad de Utah se acercó, Wilson dijo que ha realizado cambios en su vida. Limita el tiempo de juego de sus hijos al aire libre y evita usar su carro para hacer recados. Si planea hacer una caminata, cambia la ruta por algo menos extenuante. Es difícil ser ama de casa, dijo, porque se siente atrapada en casa para evitar repercusiones en su salud.
Dijo que es “desalentador” ver más proyectos, como el puerto interior de Utah y la posible ampliación de la Interestatal 15, que, de crearse, probablemente traerían más contaminación a sus hogares.
Por ahora, dijo Wilson, “siento que estamos sanos. … Pero, una vez más, me preocupa cómo se verá eso a largo plazo”.
Los problemas de calidad del aire en el lado oeste son un problema a largo plazo, dijo Logan Mitchell, un científico climático que ha investigado la historia de la contaminación del aire en Utah, porque algunas de las decisiones que condujeron a ellos fueron tomadas por los habitantes de Utah en la década de 1890.
Esas decisiones, tomadas “hace 130 años, todavía nos impactan hoy”, dijo Mitchell. “Y [mientras] pensamos en otra instalación industrial y en la infraestructura que se va a establecer, algo importante de tomar en cuenta es: ¿cuáles serán los impactos de eso durante los próximos 100 o 150 años?”
Sintiéndose como “filtros humanos”
La Agencia de Protección Ambiental publicó una evaluación de justicia ambiental para los vecindarios del lado oeste de Salt Lake City a principios de este año, ayudando a los residentes a confirmar lo que ya sabían: su aire es peor, sus riesgos para la salud son mayores y su calidad de vida es más pobre.
Una mirada a un mapa del lado oeste, en comparación con el mapa de fuentes de emisión, ayuda a demostrar el alcance de esa desproporción, dijo Daniel Mendoza, profesor asistente de investigación en ciencias atmosféricas en la Universidad de Utah y profesor asistente adjunto en medicina interna (división pulmonar) y planificación urbana y metropolitana.
“Hay fuentes de emisión concentradas”, dijo Mendoza. Entre ellas se incluyen las interestatales (la I-15 en el extremo este, la I-80 y la I-215 que la atraviesan), así como el aeropuerto, industrias, las líneas ferroviarias y los almacenes que utilizan vehículos diésel.
Estas fuentes de emisión, dijo Mendoza, “se vuelven más prominentes durante eventos de estancamiento, como la inversión”.
En los días sin inversiones, esos contaminantes suelen dispersarse. Pero algunos habitantes del oeste dicen que se sienten como filtros humanos (como lo expresó un encuestado de la evaluación de la EPA) para esa concentración de contaminantes porque ese es el aire que respiran con menos amortiguadores, como los árboles, que ayudan a filtrar partículas.
Salt Lake City está haciendo un esfuerzo para agregar 1000 árboles al dosel del lado oeste cada año y planea construir un parque regional en Glendale. Sin embargo, el lado oeste todavía está por detrás del lado este, que tiene árboles más viejos y más grandes y parques regionales establecidos.
Es una de las razones por las que la contaminación que afecta a todo el Valle de Salt Lake —como el polvo del Great Salt Lake y el humo de los incendios forestales en otros estados— afecta más al lado oeste.
“Cuando analizamos la contaminación del aire, no necesariamente tenemos que detenernos en las autopistas, por ejemplo, o en fuentes de emisión”, dijo Mendoza. “También debemos pensar en lo que viene desde más allá, en lo que es regional”.
Un centro industrial
La calidad del aire ha mejorado enormemente en comparación con la década de 1880, cuando la energía se originaba a partir de la quema de madera y carbón. El humo era tan espeso que era necesario limpiar las paredes con esponjas.
Mitchell, el científico climático, dijo que unos años antes de que Utah se convirtiera en estado en 1896, las comunidades ya se estaban organizando para abordar las “molestias de humo” que expulsaban las empresas que utilizaban una gran cantidad de carbón para sus operaciones.
En 1891, líderes de Salt Lake City prohibieron que cualquier persona emitiera humo denso desde las chimeneas. Fue un delito menor, castigado con una multa de entre $5 y $50 al día.
La decisión de convertir el lado oeste del valle en un centro industrial se debió, en parte, a un error de cálculo.
En 1893, en medio del crecimiento de Salt Lake City, funcionarios intentaron determinar dónde ubicar instalaciones industriales basándose en cómo la meteorología y los patrones del viento afectaban la calidad del aire.
Hubo objeciones a ubicar cualquier fábrica en las bocas de los cañones del este, ya que el aire entraba y salía de ellos y el humo podía cubrir toda la ciudad.
Muchos de los expertos consultados eran de la costa este, acostumbrados a la presencia de grandes ríos, que a menudo constituyen una barrera térmica. Eso “no es cierto en Salt Lake Valley, como sabemos, pero estos muchachos no lo sabían”, dijo Mitchell, “y el lugar para ubicar todas las fábricas fue al oeste del río Jordan. Entonces pensaron que la corriente del agua arrastraría el humo”.
Dado que los expertos asumieron que el río Jordan protegería el lado este de la ciudad de la contaminación del aire, y no existía tal amortiguación al oeste del río, dijo Mitchell, se consideraba que el lado oeste tenía una de las peores calidades de aire del valle.
‘Caminando sobre una bola de algodón’
Gary Sapp ha considerado a West Valley City su hogar por más tiempo del que ha sido ciudad. Él votó a favor cuando residentes aprobaron una medida electoral de 1980 para incorporarse.
Sapp dijo que ama la segunda ciudad más poblada de Utah, pero tiene quejas sobre el aire.
Sapp, graduado de Granger High School en 1973, dijo que recuerda períodos en pleno invierno en los que la calidad del aire era tan mala que “no se podía ver a cinco pies delante de ti”.
La bruma del verano no era diferente, dijo. “Es como caminar sobre una bola de algodón”.
La mala calidad del aire no es un fenómeno nuevo en el lado oeste. Hace décadas, cuando sus hijos estaban creciendo, dijo Sapp, recuerda haber visto anuncios de turismo en el sur de Utah, promocionando una escapada al aire más fresco.
“En aquellos días”, recordó, “St. George solía darle mucha más importancia a lo de ‘salir de la niebla y bajar a donde está el sol, venir al Dixie de Utah’”.
Sapp, después de haber observado la evolución de las condiciones a lo largo de las décadas, dijo que cree que la calidad del aire ha mejorado en West Valley City en los últimos siete u ocho años. Pero añadió que el problema no ha desaparecido.
Mendoza, el científico atmosférico, dijo que ha habido una compensación en materia de contaminación.
“Si bien las emisiones antropogénicas [causadas por el hombre] en general han disminuido, las emisiones biogénicas, incluyendo los incendios forestales y los eventos de polvo, han aumentado a lo largo de los años”, dijo Mendoza.
Cómo ve Utah el problema
La División de Calidad del Aire de Utah instaló monitores en el vecindario de Rose Park que han capturado las peores calificaciones anuales en la red de monitoreo del estado para partículas finas invernales llamadas PM2.5.
Las razones de la acumulación de PM2,5 incluyen diferentes fuentes de emisiones, como las autopistas, el ferrocarril y las industrias aeroportuarias, dijo Bryce Bird, director de la división. Las comunidades del lado oeste también se encuentran en la parte más baja del valle, por lo que se convierten en anfitriones de la contaminación estancada concentrada causada por las inversiones.
Un mapa DAQ muestra que el lado oeste también alberga una cantidad desproporcionada de puntos de fuentes de emisión (industrias que requieren un permiso del estado) en comparación con otras partes del condado. Los vecindarios del lado oeste están más cerca de las plantas de energía y de desechos peligrosos. Hogares y empresas también se suman a la mezcla.
Aunque DAQ puede regular las industrias, es poco lo que puede hacer para prevenir las emisiones individuales, dijo Bird. “Podemos alentar los programas de incentivos para cambiar nuestro equipo, pero no tenemos la capacidad de cerrar el transporte”.
Los almacenes, por ejemplo, tienen emisiones directas asociadas con sus operaciones, añadió Bird, pero también estimulan la contaminación indirecta, como la de los camiones que transportan mercancías a los almacenes. La Legislatura de Utah ha trabajado para identificar estrategias para reducir esos impactos indirectos, investigando tecnologías más limpias, fomentando una mejor planificación del transporte y poniendo límites a las emisiones de los vehículos.
Salt Lake City ha superado los estándares nacionales de calidad del aire ambiente en cuanto a concentraciones de ozono (durante un período de 8 horas), PM2,5 y dióxido de azufre, según la Evaluación de Justicia Ambiental de la EPA de 2023.
Cuando las áreas no cumplen con los estándares de la EPA, el estado debe desarrollar un plan para reducir las emisiones. Pero ese proceso a menudo se prolonga durante años, especialmente si los estándares cambian o no se cumplen repetidamente.
Hay sanciones por ese exceso de contaminación, dijo Bird. Si las empresas tardan más en reducir sus niveles de contaminación para alcanzar los estándares federales, el estado les exige que establezcan controles más costosos.
Si el estado continuamente no cumple con los estándares de calidad del aire, Bird dijo que el gobierno federal puede imponer sanciones a Utah. Según Bird, bajo las sanciones, Utah podría perder “cientos de millones de dólares” del gobierno federal en financiación de carreteras. Bird agregó que Utah ha sido puesto bajo vigilancia de sanciones anteriormente, pero “pudimos cumplir con los requisitos y evitar las sanciones reales”.
Es comparativamente fácil para el estado estudiar en profundidad las PM2,5, pero otros contaminantes, como el ozono, están subestimados en los modelos actuales. Bird dijo que DAQ está buscando dinero para avanzar en esa investigación.
Dado que el estudio de la EPA demuestra lo que era ampliamente conocido (que estar cerca de fuentes de contaminación tenía efectos negativos), muchos habitantes del oeste se han preguntado qué soluciones podrían venir.
“Es algo en lo que estamos enfocados”, dijo Bird, “y realmente estamos enfocados en alcanzar los estándares en los monitores más comprometidos”.
Bird dijo que DAQ, utilizando diferentes estrategias y controles, ha visto una reducción en las concentraciones de PM2.5 de 24 horas, de casi 60 microgramos por metro cúbico de aire en 2002, a un promedio de 35 microgramos por metro cúbico en 2022.
“Ciertamente aún no hemos terminado”, dijo Bird, “y nuestro objetivo general ha sido y seguirá siendo que todas las personas en Utah tengan una calidad de aire que proteja su salud”.
El legado de la línea roja
Hay otra razón histórica por la que el lado oeste tiene la población más diversa de Utah y una alta concentración de peligros: la línea roja.
Ya a principios del siglo XX, políticas federales de vivienda fomentaban la segregación racial al calificar la seguridad de los vecindarios y su capacidad para pagar los préstamos. Los barrios blancos fueron marcados como deseables. Las áreas con gente de color fueron clasificadas como “peligrosas”.
Según un estudio de la Universidad de Utah, esa línea roja no sólo hizo casi imposible que las personas en vecindarios “peligrosos” compraran casas, sino que también perjudicó la financiación escolar, los precios de las viviendas, el acceso a los alimentos y a los espacios verdes de esos vecindarios.
La mayor parte del lado oeste de Salt Lake City estaba marcada con esa tinta roja. La práctica fue prohibida formalmente en 1968, pero las consecuencias persisten.
“En Salt Lake City, existe un vínculo entre la línea roja, un menor acceso a los hospitales en el lado oeste y una mayor presencia de industrias”, afirma el estudio de la Universidad. “Esta presencia de la industria puede resultar perjudicial para la salud de los habitantes del oeste y puede explicarse por políticas de zonificación que permiten usos industriales y de manufactura pesada. Estas áreas ahora albergan a muchos residentes, pero siguen siendo lugares de uso industrial”.
Los ejemplos, según el estudio, incluyen la cantidad de descarga de aguas residuales y la proximidad a los sitios Superfund en el lado oeste.
El lado este del condado de Salt Lake tiene árboles mucho más viejos y un dosel urbano más grande, y el lado oeste tiene muchos más espacios construidos, dijo Mendoza, el investigador de ciencias atmosféricas. Comunidades más ricas están asociadas con niveles más altos de vegetación. Poblaciones minoritarias están asociadas con mayores cantidades de espacio construido, según datos del censo.
Se necesitan recursos para crecer y mantener viva la vegetación no nativa en un desierto, dijo Mendoza, y se necesita una inversión importante para no construir nada donde están estos bosques urbanos.
“Es casi realmente una relación lineal”, dijo Mendoza, “entre ingreso o raza y la cantidad de espacio verde”.
La población de Utah, según los datos del censo de 2020, es 75% blanca. Pero, en el lado oeste del condado de Salt Lake, las minorías suelen constituir la mayoría. Aproximadamente el 56% de los residentes de West Valley City son miembros de etnias distintas a la blanca (39% son hispanos; el grupo más grande). Otras comunidades del lado oeste pueden no ser oficialmente mayoría minoritaria, pero muchas tienen composiciones demográficas similares.
Históricamente, los vecindarios del lado oeste han sido identificados como algunos de los más difíciles de contar para los censistas en el país, porque varios residentes indocumentados temen responder debido a la amenaza de deportación; algunos refugiados no hablan bien inglés; y personas de bajos ingresos a menudo no encuentran tiempo para responder las encuestas.
Habitantes del oeste también tienen una de las participaciones electorales más bajas. En las elecciones generales de 2022, en distritos vecinales como Poplar Grove y Glendale, alrededor del 55% de los votantes registrados emitieron su voto, mientras que solo unas pocas millas al este, comunidades como Liberty Wells tuvieron alrededor del 70% al 80% de participación electoral.
Hay muchas razones por las que residentes del lado oeste dicen que no interactúan con sus funcionarios electos, incluyendo agendas ocupadas y la expectativa de que no se produzcan cambios estructurales.
Creciendo alrededor de chimeneas
Daniel Hernández se ha mudado varias veces, pero su hogar casi siempre estaba en Rose Park.
“Crecí alrededor de chimeneas”, dijo. “No tengo que conducir demasiado en ninguna dirección y veo zonas industriales”.
Cuando su hijo mayor nació prematuro y contrajo el virus respiratorio sincitial dos veces antes de cumplir un año, Hernández y su pareja comenzaron a observar su entorno. No sólo aire sino también agua y alimentos: lo que había disponible y lo que no.
“El lado oeste tiene muchos otros factores que se combinan, como el agua, el aire y los alimentos. ¿A qué alimentos tenemos acceso aquí? él dijo. “Quiero decir, que yo sepa, no hay Whole Foods en mi vecindario. No sé si podría costearlo de todos modos. Pero hay 7-Elevens por todas partes”.
Hernández conocía las máscaras KN95 antes de que ocurriera la pandemia de COVID-19. Con problemas respiratorios y pulmonares, su familia tenía una reserva a mano para usarla en los días con mal aire.
Ahora que ve cuántos recursos en el estado se utilizan para apoyar a las grandes industrias agrícolas y otras industrias, sin pensar demasiado en la sostenibilidad, no puede evitar preguntarse si Utah está experimentando lo que llamó una “crisis cultural” y “una falta de voluntad para transformar radicalmente la forma en que vivimos para vivir mejor”.
“Conduzco un coche, pero sería bueno que el transporte público fuera gratuito. Sería bueno si estuviera en todas partes y fuera tan conveniente que fuera mejor llevarlo que conducir”, dijo Hernández. “Y sé que eso se puede hacer. He estado en otros lugares del mundo y lo he visto, lo he vivido”.
Nota del editor • Esta historia es parte de Reaching for Air, una colaboración de The Salt Lake Tribune, KUER y el Brown Institute for Media Innovation, que explora la calidad del aire a lo largo del lado oeste del Valle de Salt Lake. Si desea compartir su historia, complete esta encuesta o deje un mensaje de voz al 385-419-2470.
Alixel Cabrera es miembro del cuerpo de Report for America y escribe sobre el estado de las comunidades en el lado oeste del Valle de Salt Lake para The Salt Lake Tribune. Su donación para igualar nuestra subvención RFA la ayuda a seguir escribiendo historias como ésta; Considere hacer una donación deducible de impuestos de cualquier monto hoy haciendo clic aquí.
Saige Miller es reportera política de KUER, NPR Utah y copresentadora del podcast político de KUER “State Street”. Anteriormente trabajó como reportera y productora para el Laboratorio de Innovación de The Tribune.
Traducción por Alixel Cabrera.