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Syracuse • Cuando Mayra Zelaya se cortó el dedo mientras cortaba repollo, la herida hizo que no pudiera volver a trabajar. Pero también le dio un regalo:
Tiempo.
Ella y su esposo, Melvin, tenían trabajos mientras criaban a cinco hijos. Ella solía hacer sándwiches en un restaurante de comida rápida, por lo que trabajar con una sola mano no era posible. Cada día que pasaba acumulaba horas que no contaban para el próximo cheque de pago de la familia. Pasó un mes y mientras sus manos descansaban, puso a trabajar a su mente y dio los primeros pasos para lograr el sueño de la pareja de abrir su propio restaurante.
“Todo esto pasó por un propósito. Siempre estaba en nuestras mentes que queriamos tener este restaurante con nuestros hijos,” dijo Mayra. “Pero no teniamos el tiempo”.
Los Zelaya habían estado vendiendo pupusas salvadoreñas —tortas de harina de maíz a la plancha con varios rellenos, servidas con repollo en vinagre y salsa de tomate— en su garaje de Layton desde 2009. Incluso compraron un camión de comida que permanecía inactivo después de los veranos. Pero abrir un restaurante con mesas y asientos significaba arriesgar todos sus ingresos.
Sin embargo, todo se alineó cuando la cocina comercial que usaban para preparar comida para eventos cerró y un restaurante Waffle Stop en la cercana Syracuse salió a la venta. Para comprarlo, Mayra vendió su auto viejo y tomó parte de los ahorros que la familia tenía reservados para el pago inicial de una casa.
Ahora, son los orgullosos propietarios y operadores de Waffle Stop and Authentic Salvadorean Cafe en 1588 S. 2000 West en Syracuse.
La familia transformó el menú en una gran selección de desayuno dulces y salados, como crepas de tres leches, sartenes con huevos y salchichas y waffles. La distinción suprema, sin embargo, descansa en la segunda parte del nombre del restaurante: la cultura salvadoreña.
“La verdad es que la comida latinoamericana lleva mucho trabajo”, dijo Mayra. “Y hacemos todo aquí”.
El menú incluye ofertas salvadoreñas auténticas, junto con algunas alternativas mexicanas. Hay horchatas salvadoreñas; combinaciones de desayuno con huevos, frijoles refritos, plátanos y tortillas; o platos con tamales de pollo, yuca frita, empanadas de plátano y el plato nacional de El Salvador: las pupusas.
Las pupusas de Mayra son difíciles de replicar, dijo la familia. La masa está bien sazonada y su forma es casi un disco perfecto, con las proporciones justas para evitar que el relleno de queso o carne se derrame.
“Puedo hacer pupusas pero no tan perfectas como mi mamá”, dijo la hija de 18 años de la pareja, Fabiola. “Puedo hacerlas y la comida no sale, pero ella las hace tan redondas y bonitas y perfectas. Estoy trabajando en eso.”
Una vida diferente en los EE.UU.
Los Zelaya han vivido en los Estados Unidos durante casi 16 años. Desde que se mudaron, criaron a sus hijos como habitantes de Utah y aprendieron oficios que no creían que les interesarían.
Melvin ha puesto trabajo extra y, a veces, reemplaza a Mayra en la preparación de las pupusas, una práctica que en El Salvador podría estar mal vista, Mayra dijo, porque se considera un “trabajo de mujeres”.
Algunos factores que llevaron a la apertura del negocio surgieron como resultado de la eliminación de esas expectativas sociales por parte de Melvin. Fue mecánico toda su vida y le encantaba trabajar en talleres en El Salvador y Utah. Cambiar de carrera a los 40 años no fue fácil. Lamentó dejar su trabajo, pero al hacerlo amplió las oportunidades para su familia, incluida la posibilidad de comprar la casa para la que inicialmente estaban ahorrando.
“Este negocio nos ha dado mucho. Hemos aprendido mucho”, dijo. “Creo que hemos logrado algo muy grande en un [nuevo] país”.
Por su parte, Mayra descubrió su amor por la cocina más tarde en su vida. Creció ayudando a su madre en su puesto de pupusas en su garaje en San Miguel, El Salvador. Al principio, recorría el vecindario para correr la voz sobre su negocio. Luego, cuando creció, se sentaba junto a la parrilla y aceptaba pagos. Pero hacer comida nunca fue parte de su trabajo.
Cuando se mudó a los EE.UU. en 2006, se dio cuenta de que extrañaba los sabores y las texturas de su país de origen. Así que empezar a cocinar comida salvadoreña se convirtió en una forma de satisfacer esos antojos.
“Así fue como comencé a hacer pupusas”, dijo. “Pero yo me daba risa cuando las hacia”.
Un equipo familiar
Waffle Stop and Authentic Salvadorean Cafe sobrevivió al apogeo de la pandemia de COVID-19. Cuando el hijo mayor de la pareja, Leonidas, regresó a Utah de su misión Santo de los Últimos Días en octubre de 2020, el ritmo del restaurante era lento y cubría principalmente pedidos para llevar.
Ahora, el 22 de abril, el restaurante se mudará a un espacio más grande en 2107 W. 1700 South en Syracuse.
Los fines de semana están abarrotados y clientes de ciudades cercanas viajan diariamente por la comida y la buena conversación. El restaurante tiene algunos clientes habituales, a quienes Leonidas ha “entrevistado”. Números de teléfono son intercambiados e incluso hay un plato que lleva el nombre de un cliente.
“Tratamos de mantenerlo muy amigable, como una familia. Puedes sentir que eres bienvenido”, dijo. “No es uno de esos lugares donde solo vienes a comer y eso es todo”.
Una de esos clientes habituales es Andrea Dotta, residente de Layton que va al restaurante con su esposo al menos una vez a la semana. Dotta no comparte el amor de Mayra por la cocina, por lo que va en búsqueda de sabores caseros.
“Me encanta el bistec encebollado”, dijo en sobre el bistec a la parrilla con pimientos y cebollas. “Los llamo y les digo que voy en camino, para que sepan que también estoy por pedir unos plátanos”.
Dotta ha sido una cliente desde el principio. Ella ha sido testigo de su progresión y planea seguirlos a su nueva ubicación.
“Uno se siente bien cómodo allí”, dijo.
Fabiola Zelaya también estuvo desde el inicio. A los 14 años, cuando sus padres abrieron el restaurante, estuvo nerviosa al hablar con clientes, pero ya superó ese miedo. Aunque trabajar allí restringió su tiempo para pasar el rato con amigos, dijo, le dio otras herramientas.
“Me ha enseñado cómo valorar mi tiempo y cómo ahorrar dinero”, dijo, “porque es mucho trabajo duro”.
Ahora con 18 años, como estudiante de último año de secundaria que acaba de terminar un programa de asistencia dental en Davis Technical College, Fabiola sueña con convertirse en ortodoncista, pero aún dedica tiempo al restaurante, preparando y decorando waffles y crepes.
“Así es como me expreso”, dijo, “además de eso, me encanta que el restaurante sea una cosa familiar. Y mucha gente me pregunta: ‘¿Cómo es que tu familia es tan unida?’ Bueno, trabajamos juntos todos los días”.
Traducción por Alixel Cabrera.